SERIE "ENCUENTROS Y DESENCUENTROS" I. Encuentro de Charles Dickens con su padre y la desdicha
"ENCUENTROS Y
DESENCUENTROS"
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CHARLES DICKENS, |
Una de las acepciones de la
palabra “encuentro”, sustantivo que significa, según el diccionario: “Coincidencia
o reunión de dos o más personas o cosas en el mismo lugar” le da título a esta
serie. Por lo tanto, lo mismo se puede utilizar dicha palabra para hablar del
encuentro de personas entre sí o al que se produce entre personas y objetos, aunque
se suele usar más relacionado con los encuentros personales.
Por otra parte, el término
“Desencuentro” según el diccionario significa “encuentro fallido por no haber
tenido lugar o por no haber respondido a las esperanzas”, pero también tiene la
acepción de: “discrepancia, no coincidencia de opiniones”.
Y es a esa primera opción a la
que me referiré en primer lugar en el apartado que se va a titular “Encuentros,
y su contrario, “Desencuentros” que se alternarán en cada edición.
En ambos apartados se
encontrarán historias tanto de personajes famosos del mundo de la cultura
escritores y artistas plásticos, músicos, cineastas, actores, bailarines, etc.,
obviando otras profesiones no vinculadas con el mundo artístico, tanto de
personajes actuales como históricos, así como de otros seres anónimos que, no
por ello, son menos interesantes en sí mismos.
Los encuentros y desencuentros
pueden ser casuales, fortuitos, deseados, inevitables. buscados, necesarios,
agradables, forzosos, lógicos, absurdos, inesperados, planeados, soñados, sexuales.
vergonzosos, temidos, terroríficos, amorosos, bélicos, sangrientos, festivos,
alegres, trágicos, felices, increíbles, dolorosos, furtivos, definitivos,
provisionales, gozosos, insólitos, miserables y mortales.
Empecemos con los encuentros que
pueden ser de personajes famosos con otros que también los son, o con personas
anónimas, que se encuentran de forma inesperada o buscada con personajes
relevantes o con otros seres humanos también anónimos pero que narran dicho
encuentro vivido con emoción, o temor, admiración, miedo, alegría, incredulidad
o cualquiera otra emoción que provoca el encuentro o desencuentro con quien menos
se esperaba o con quien o con lo que nunca se debió encontrar.
Empecemos por el primer
apartado dedicado a:
Encuentros personales:
El encuentro de Charles
Dickens con su padre y la desdicha.
Empecemos con un encuentro de
los que se pueden catalogar como dramático, y su protagonista fue Charles Dickens,
el gran escritor inglés, autor de obras tan célebres como Oliver Twist,
David Copperfield La pequeña Dorrit, por citar las más célebres de este insigne
autor.
El encuentro de Charles
Dickens con su padre detenido y lo que ese dramático suceso supuso en su futuro
porque le marcó su vida e influyó considerablemente en su genial obra
literaria. Fue el suceso más importante de su vida que siempre se encuentra
reflejado en toda biografía, entrevista o coloquio sobre este célebre autor.
Dicho episodio tuvo lugar en
febrero de 1824, cuando el que sería un célebre escritor, tenía doce años y residía
con su familia en el norte de Londres. Su padre, John Dickens, oficinista
en la Armada, fue detenido y condenado a prisión por impago de deudas.
El encuentro dramático con su
padre ocurrió porque el mismo día de la detención de este, su madre lo envió a
la cárcel provisional a la que habían conducido a su progenitor. Dicha prisión
formaba parte de las sponging-houses que eran los calabozos
en los que se encerraban a los deudores hasta que alguien se hiciera cargo de
la deuda pendiente. Cuando llegó donde estaba detenido su padre se
encontró con un hombre desesperado, que le envió a visitar a diversos parientes
para pedirles ayuda. Su hijo,
obedeció su orden, pero ninguno de sus familiares visitados aceptó
ayudarle, escarmentados de los continuos sablazos de John Dickens, el
padre del futuro escritor. Por ese motivo, fue encerrado en la
cárcel de Marshalsea, en el sur de Londres, una prisión para acusados por
delitos de deudas y faltas de honor. El
niño fue testigo de este traslado y oyó, asustado, las palabras dichas por su
padre antes de ser trasladado, en las que afirmaba que aquello era el fin de su
vida, lo que le llenó de terror al pequeño Charles.
Aquel triste suceso supuso la ruina para la
familia del escritor, que era de clase media y a Charles, el mayor de los hijos
varones, le tocó enfrentarse con una situación desoladora. Su infancia feliz,
en Chatham, en el condado de Kent, donde vivió desde su nacimiento hasta los
diez años, le parecía un sueño, un espejismo que había disuelto como una pompa
de jabón dejándolos a él y a su familia en la más absoluta desesperación y
penuria económica.
En aquella dramática situación
económica, el pequeño Dickens, siguiendo las órdenes de su madre, fue el
encargado de empeñar los enseres familiares, empezando por los libros tan
preciados para él. La casa se quedó vacía y la familia dormía en dos
habitaciones vacías y heladas por no poder pagar la calefacción. Por toda la
escasez que padecían, la madre y los hermanos pequeños se fueron a vivir con
John Dickens a la prisión donde estaba recluido que era algo que estaba
permitido en la época.
Con la marcha de su madre y
hermano, se quedó solo y alojado en una casa particular en Canden, con una
casera que, según describe Claire Tomaron en su biografía Charles
Dickens: A Life. “cobraba barato y trataba a los niños también de esta
forma”, lo que hace despertar una sonrisa en el lector por la agudeza
psicológica del pequeño Dickens que ya sabía definir bien las características
psicológicas de las personas, lo que después trasladó a sus personajes.
En esos momentos había
empezado a trabajar gracias a que un amigo de la familia le había logrado un
empleo en una fábrica de betún cercana al Támesis a la estación de Charing
Cross.
En la época de Dickens, aún no
se habían construidos los diques junto al Támesis y esa zona era completamente
insalubre e industrial, lo que inspiraría muchas de las obras del escritor. En
la actualidad, ese lugar es céntrico que desemboca en el Strand donde se
encuentra el Savoy que es uno de los más importantes hoteles de Londres, con amplias
vistas a los jardines del Ebankment.
Junto a ese Londres, la
capital del país más importante del mismo, progresista y económicamente
poderoso, tenía como todo un reverso mucho paupérrimo, triste y lamentable y
ese era el Londres que plasmó Dickens en sus obras, un lugar pobre y pestilente,
con chabolismo y muchos trabajadores que ganaban sueldos miserables, en el
coincidían una terrible pobreza, problemas de higienes y brotes de cólera. Y en
se lugar estaba la fábrica de betún
En la fábrica de betún, el
joven Dickens, permanecía pegando etiquetas durante diez horas diarias, por el
mísero sueldo de seis chelines a la semana, durante un año, aproximadamente, en
un edificio lóbrego y destartalado que estaba situado junto al río y en el que
se podían oír los chillidos de las ratas del sótano. Fue esa experiencia la que
le mostró lo que significaba ser pobre y le marcó para siempre porque ignoraba
hasta cuándo tendría que vivir aquella pesadilla. El era hijo de una familia de
clase media, había ido al colegio y había vivido en un ambiente medianamente
ilustrado, especialmente por parte de su familia materna, pues dos de sus tíos
eran periodistas. Ellos dos fueron referentes importantes para el pequeño
Dickens en esos años desdichados.
Cuando comenzó a trabajar, sus
compañeros, algunos huérfanos y todos pobres le llamaron “el joven caballero”,
y a pesar de la diferencia de clases, la tragedia de la pobreza que vivían los unía
a todos en una espontánea solidaridad. Esto los llevó a cuidar de él porque, a
pesar de tener un aspecto frágil a su problema de salud que le provocaban
espasmos laterales, el pequeño Dickens se hacía querer. Bob Fagin, un compañero
y huérfano algo mayor que él, le atendía cuando sufría dolores, y los otros
niños y trabajadores lo trataban con camaradería. Sin embargo, para el jovencito
Dickens aquella experiencia fue tan como devastadora anímicamente como
vergonzante, aunque supo mantener siempre su compostura y fue un buen trabajador,
pero la rabia y la angustia ante aquella injusticia de la que se sentía víctima,
fueron las únicas emociones en aquella dura tapa.
y esa característica de simpatía y facilidad para caer bien a los demás, la mantuvo de adulto lo que le hacía ser muy popular y recibía muchas invitaciones y convertirse en un perfecto anfitrión cuando ya era un escritor célebre. amable, de un gran ingenio que le hacía ser el ganador de todos los juegos de salón. Ese ingenio y simpatía ofrecía su contrapunto en un lado oscuro que solo se ponía en evidencia en el seno familiar.
Su salida de la fábrica y del
horror que para él representaba dicha situación, se produjo cuando su padre,
John Dickens, recobró la libertad por poder pagar sus deudas gracias a la herencia
recibida al fallecimiento de su madre,
pero no fue hasta en la primavera de 1825, cuando ya tenía trece años el futuro
escritor, cuando su padre, que seguía
viviendo como si nada hubiera sucedido mientras seguía su hijo en la fábrica por
deseo expreso de su madre que continuara con tan degradante trabajo, se opuso a
su esposa y decidió que su hijo saliera de esa tenebrosa fábrica y fue apuntado
a una escuela próxima al entonces domicilio familiar, uno de la larga lista de domicilios anteriores.
Sin embargo, a pesar de cambiar
la situación para mejor de Charles Dickens, que volvía a tener la vida de todo
adolescente, hijo de una familia de clase media, lo que más le dolió al futuro
escritor, fue el hecho de que sus padres no hablaron más del asunto de la
fábrica, como si nunca hubiera existido ese oscuro episodio de trabajar en ella
su hijo. Esa era una reacción muy inglesa del matrimonio que nunca volvió a
hablar ante él de ese doloroso asunto que se le había quedado grabado en su
memoria y, ese silencio fue el germen de un resentimiento hacia sus padres que
mantuvo toda su vida que había quedado traumatizada por ese oscuro trabajo
fabril, que le dejó una herida nunca cerrada que se puso de manifiesto tanto en
su vida personal como en su creatividad de escritor.
Por ese motivo en su obra hay
muchos personajes infantiles que soportan muchos sufrimientos, siendo el
primero de ellos Oliver Twist de su segunda novela – que empezó a ser publicada
por entregas en 1939-, y también por La pequeña Dorrit- escrita también por
entregas entre 1855 y 1857- historia en la que contaba las vivencias de una
niña que nació y creció en la prisión de Marshalsea. Según su biógrafo John Forster
escribió sobre estos personajes “En cierto modo, estos personajes eran su
propia persona”.
Pero el sufrimiento pasado por
la ruina familiar y su paso por la fábrica lo afectó tanto que le hizo
interesarse por todas las cuestiones sobre la injusticia social y los derechos
de los más desfavorecidos, que se convirtieron en los pilares centrales de su
obra literaria. Su actividad en estas cuestiones contribuyó a cambios
legislativos en los derechos de los trabajadores y la protección de la infancia,
incluso hasta construir el primer hospital infantil del país, el Great Ormond
Street Hospital de Londres que está considerado uno de los mejores del mundo.
No solo obtuvo fama literaria,
honores y dinero por su trabajo, sino también el reconocimiento de su gran
labor humanitaria enfocada a todos los desamparados de la sociedad y la
protección de la infancia, por su lucha para conseguir una justicia social tan
precaria en su época.
Otras obras de este autor
fueron Los papeles póstumos del Club Pickwick, y Nicholas Nickleby.,
entre otras. escribió quince novelas y ocho relatos.