LECTURAS INACABADAS




El placer de leer no siempre se cumple para muchos lectores y lecturas. Hay muchos libros empezados y nunca acabados.
Hay muchos lectores diferentes como libros distintos. El problema es que tienen encontrarse libro y lector idóneos entre sí.

Ana Alejandre

Todo lector, especialmente si es asiduo al apasionante ejercicio de la lectura, se ha sentido muchas veces motivado a dejar una obra empezada, y ello puede deberse a varios motivos: aburrimiento por el escaso interés que le despierta dicha lectura, o bien, por escaso tiempo que puede dedicarle a ello por exceso de ocupaciones; o por no responder la obra en cuestión a las expectativas que se había hecho el lector sobre la misma, bien por falta de información de la naturaleza de la obra en cuestión; o bien, por ser de un autor que al lector, por su solo nombre, le “prometía” otro tipo de contenido, idea que, una vez iniciada la lectura, se ve fallida.

También, se encuentran los lectores que eligen un género literario para su lectura por primera vez: género negro, fantástico, de terror, romántico, bélico, histórico, etc., al que no estaba acostumbrado y descubre, una vez abierto el libro, que ese género no le seduce y, por tanto, la obra comenzada a leer no le despierta la más mínima atención ni interés. Muchas veces, la obra es muy compleja para personas no avezadas en la lectura y, pasados unos años, vuelve a ella, con placer renovado y un más extenso bagaje cultural que le permite comprender la obra antes abandonada que le pueda producir en gran placer en su lectura.

Naturalmente los motivos para abandonar la lectura pueden ser muchos y variados, pero, también, y al contrario, pueden ser múltiples las razones para continuar con una lectura que no es del agrado del lector, pero que se resiste a dejar la lectura inconclusa, bien por costumbre a terminar todo lo empezado, o porque, una vez pagado el importe del libro, siente escrúpulos en no terminarlo por el gasto realizado que le parece, en el caso de no acabar de leerlo, un despilfarro, especialmente cuando le ha costado más de veinte euros el ejemplar. Un libro de bolsillo provoca menos culpabilidad de abandonar su lectura por tener un costo más bajo que repercute menos en el bolsillo y en la culpabilidad por haberlo abandonado antes de leerlo.

Todos los que abandonan la lectura del libro en cuestión no lo hacen por el mismo motivo ni de la misma forma. Cada lector tiene su propio método, por decirlo así, antes de tomar la decisión de dejar la lectura en punto muerto. Los hay que en un instante deciden dejar la lectura definitivamente y no vuelven más a acordarse del libro en cuestión. Otros van perdiendo el interés paulatinamente a medida que pasan las hojas y cada vez que siguen con la lectura lee menos páginas y con interés menguante; otros, dejan la lectura “provisionalmente” y se prometen a sí mismos que la volverán a retomar más adelante, en un tiempo incierto, aunque saben que no lo harán nunca. Los hay que dejan la lectura y aparentan haberla terminado delante de otras personas, pero sí han leído el final para poder así demostrar a quien le escucha de que la lectura de ese libro la ha finalizado totalmente, le haya gustado o no.

Para llegar a tomar esta decisión de no seguir leyendo una obra determinada, el tiempo para ello varía también en función de la personalidad del lector. Los hay impacientes que con diez páginas leídas lo abandonan sin pensarlo más. Otros necesitan leer varias decenas o tres o cuatro capítulos. También los hay que se van dando plazos para abandonar la lectura, diciéndose: en la página 50 lo dejo; o cuando termine el capítulo tercero, o cuando aparezca ese personaje insoportable de la página 5: Así, se ha dado la paradoja que con los plazos que se ha ido dando para abandonar una lectura que le aburre o le fastidia, ha terminado de leer el libro para poder decir después que “es el libro más idiota o más malo que he leído en mi vida”.

Según ciertas estadísticas hechas por portales de lecturas, se puede llegar a la conclusión que el género que se abandona antes de llegar a la mitad es el de narrativa, en un 19%. Los que se abandonan menos son los géneros de novela negra, en un 6,9% de abandono, y un 6,2% el género romántico. Los que tienen un índice más alto de abandono son los libros de empresa, con un 73%, por ser libros más de consulta que de lectura propiamente dicha.

También es más fácil para el lector disidente de la lectura de una obra, si lo hace en un libro en formato ebook que en libros en papel. En la primera opción la gran cantidad de obras que contiene el libro electrónico es un incentivo para abandonar la lectura actual y bucear entre otras opciones, especialmente si la obra que se lee es gratis, de las que se regalan en diversas plataformas de libro. El hecho de seguir leyendo otra obra, total o parcialmente, parece que el abandono de la lectura del anterior es menos evidente, al seguir leyendo en el mismo libro electrónico, pero diferente título que pueda atraer más.

Abandonar una lectura no es malo ni bueno de por sí, sólo es la manifestación de que la obra no atrapa al lector o se adapta a sus gustos, formación, intereses o gustos, sea del género que fuere. Lo malo sería que la lectura dejara un recuerdo desagradable al finalizarla sin sentir ningún placer por ello y sí un fuerte desagrado, lo que le quitaría al lector las ganas de seguir con el hábito de la lectura porque pensara que puede ocurrirle lo mismo con el siguiente libro. Dejar una lectura que no gusta para iniciar otra que sí puede agradar es bueno siempre, porque el tiempo es limitado y hay que emplearlo en aquello que pueda ser placentero, formativo o simplemente ameno -menos en el caso de las lecturas obligadas en el mundo estudiantil o profesional-. Leer siempre es un placer para quien lo hace por el mero deseo de distraerse, emocionarse, formarse o informarse a través de la obra que elija en cada momento.

Lo que no sería aceptable es que se dejara una lectura porque aburre o cansa y no se comenzara otra en su lugar poco después, con la disculpa de que el libro abandonado era muy aburrido o denso, generalizando así lo que, “probablemente”, le sucedería a todas sus posibles lecturas en el futuro. Ello demostraría que no le ha desagradado o aburrido el libro del que ha dejado inacabado. Sino que lo que le aburre es el hecho de leer en sí mismo, sin que tenga que ver en ese desinterés la obra, el tema, el género, el autor, ni la historia. Es el lector, en este caso, el verdadero problema.


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